Un paseo por esta historia que se reescribe entre líneas,
me deja escuchar las melodías que la formaron,
música en todos los espacios,
no siempre fueron canciones, aunque también las fueron,
música encuentro en tu voz,
en la melodía con que pronuncias las palabras,
música descubro cuando callas
y tus ojos iluminan los silencios,
son melodías que sostienen los recuerdos,
son los ritmos con los que late mi corazón cuando te mira,
cuando te siente cerca y se acelera,
cuando estás ausente y te busca,
son los acordes que acompañaron tus abrazos
y que imprimieron en mí tu presencia y tu figura.
Hay historias sin música,
hay vidas sin melodías
y corazones que laten sin ritmos,
más las nuestras no podrían leerse sin música,
sin que una sencilla mirada
se exprese en el pentagrama de nuestras vidas.
La música ha sido lazo que estrechó distancias
y se hizo diálogo entre encuentros y despedidas
entre amaneceres y atardeceres,
entre los sueños que nos desnudaron
y las caricias que nos vistieron,
fue y es algo así como el aliño o el condimento
que llevan en el tejido las cuerdas que con amor
abrazan los espacios entre nota y nota
entre minutos y segundos,
que hacen que el paso del tiempo
deje huellas y no cicatrices.