Al atardecer, recuerdo aquellos días
en que mi corazón de volvió indomable,
cuando la libertad se apoderó de sus latidos
y se hizo fuerte en medio de todas las adversidades.
¡Ay Corazón, cómo nos costó!
aprender a secarnos las lágrimas,
sonreír y respirar profundo.
Me tomaste de la mano y a veces también en brazos,
recuerdo las noches que acurrucada en tu regazo
me devolviste la paz y la vida.
Tan difícil que era maquillar los sentimientos
cubrir las emociones y abrigar los miedos,
hasta que me enseñaste a doblar las rodillas,
abandonar todo en tus manos y orar.
Entonces naciste Amor y me secuestraste el corazón,
los sentidos, el pensamiento y hasta la razón,
invadiste mis espacios, fuiste luz en mis noches
y brújula en el camino de las decisiones.
Me enseñaste que el Amor es libertad
que cuando se ama no se posee
me susurraste al oído que dejar ir
es expresión del amor,
que tu felicidad es también la mía
y que ella esta en los detalles
en lo más pequeño
y que la magia la agrego yo
porque está en mi
y es mi decisión ser feliz
cultivar y cuidar
lo que me confiaste.